Europa deberá resolver en 30 días conflicto comercial con EE.UU

Publicado en fecha 03-04-2018
La Unión Europea tiene apenas un mes para tratar de convencer a Donald Trump de que hay alternativas a la guerra comercial. Europeos y estadounidenses negocian ya posibles ámbitos de mejora para importar y exportar en son de paz. Washington tiene fijación con uno: abrir camino en Europa a los coches norteamericanos, poco competitivos respecto a los comunitarios. Bruselas contraataca con la licitación pública estadounidense, casi cerrada para las firmas europeas. La UE aboga por rechazar cualquier medida unilateral y se prepara para aplicar represalias en caso de que este intento de entendimiento fracase.

Europa negocia con la soga al cuello. La tregua que lograron los países comunitarios el pasado 23 de marzo al librarse de los aranceles sobre el acero y el aluminio que anunció el presidente estadounidense vence el 1 de mayo. “La UE no va a negociar bajo amenaza, especialmente cuando no sabemos exactamente qué esperan”, ha asegurado la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, a la agencia Reuters. Nadie en Bruselas cree que ese plazo sea realista. La Comisión Europea, con competencias comerciales exclusivas en la UE, batalla para que el alivio temporal se convierta en permanente. Pero Washington amenaza con poner un precio muy alto.

La UE se prepara para usar tres tipos de herramientas si Trump acaba declarándole la guerra comercial que logró evitar —en el último minuto— el pasado 23 de marzo. Bruselas rescatará la lista de más de un centenar de productos de EE UU a los que podría aplicar aranceles de hasta el 25% para compensar el daño que sufrieran las ventas de acero europeo sometidas a gravamen.

Además, el Ejecutivo comunitario instaurará cuotas o gravámenes al acero procedente de otros países si se demuestra que el castigo impuesto por Estados Unidos a otros territorios (por ejemplo a Brasil) desvía hacia la UE la producción que ya no se vende en Norteamérica. Finalmente, Bruselas tratará de pactar con otros socios afectados por esta deriva proteccionista para denunciarla ante la Organización Mundial de Comercio.

Lo que quiere Estados Unidos es mejorar el acceso que tienen sus productos (y si no lo logra, entorpecer el de los europeos al mercado norteamericano) en cuatro categorías: alimentos, coches y sus componentes, medicamentos y maquinaria industrial. Así se lo relató un alto cargo del Ejecutivo comunitario a los representantes de los 28 Estados miembros en Bruselas la semana pasada. “Los coches están en el centro de atención de Trump. Pero cualquier reducción de los aranceles [a los vehículos estadounidenses que se venden en Europa] se tomará como una debilidad”, les advirtió este representante, según explican fuentes diplomáticas.

La negociación ha arrancado de manera bastante caótica. En la parte estadounidense apenas hay expertos —solo el secretario de Comercio, Wilbur Ross, y su jefe de gabinete— y las exigencias van y vienen. Existe, pese a todo, una petición precisa. Los automóviles estadounidenses, ahora gravados con un arancel del 10% para entrar en Europa, deberían soportar un porcentaje del 2,5% —idéntico al que aplica Estados Unidos a los comunitarios— para satisfacer a Washington. Es algo similar a lo que acaba de lograr Trump presionando a Corea del Sur. Un escenario del que Europa recela.

En juego están unos flujos comerciales ingentes. Aun sin un tratado que vincule a ambos bloques, Estados Unidos es el principal destino de las exportaciones europeas (16,9% del total) y el segundo país que más vende a la UE (13,8%), según datos de 2017. Poner el acento en los coches no es casual; prácticamente la mitad de las exportaciones europeas a suelo estadounidense están ligadas al transporte. Solo los automóviles representan el 12,8% de la cesta exportadora, frente a un 4% en EE UU.

A la lista de demandas de la Administración Trump, la UE opone las suyas. Porque si Estados Unidos quiere suavizar los obstáculos que le incomodan, Bruselas insiste en otros que ya desataron chispas en el malogrado tratado comercial que se negoció durante la Administración de Barack Obama (TTIP, por sus siglas en inglés). Se trata de dar entrada —hoy muy limitada— a las empresas europeas que quieran concurrir a las licitaciones públicas norteamericanas. Y, en general, de frenar el programa proteccionista Buy American. Malmström y Ross mantuvieron un primer encuentro hace una semana y se espera otro en los próximos días.

No al TTIP
Con todos estos capítulos sobre la mesa, algunos especulan con la idea de resucitar el TTIP. “No es posible y seguramente haría descarrillar toda la agenda comercial de la UE”, aventuró el experto de la Comisión ante los Estados. Fuentes oficiales de esta institución refuerzan la idea: “Estamos dispuestos a implicarnos en este proceso de manera abierta y constructiva. Pero debe quedar claro que ese diálogo no supone revitalizar el TTIP, congelado desde finales de 2016”.

Pese a las frases rotundas, en algunos países cunde el miedo ante la idea de que finalmente se acabe declarando la guerra comercial. Entre ellos destaca Alemania, pulmón exportador de la UE y responsable de buena parte de la industria automovilística. El frente estadounidense podría desatar fisuras en el europeo aprovechando la brecha de intereses entre Estados. Para disuadirlos, Bruselas les ha trasladado un mensaje inequívoco: “Europa logró la exención temporal gracias a que permaneció unida. Sin esa unidad, estaríamos como Japón”. Este país no logró salir de la lista negra de aranceles al acero y al aluminio.